olivicultura

tradicional

La olivicultura tradicional es mayoritaria en el mundo, en cuanto a superficie. Con producciones medias inferiores a 200-300 Kg/Ha de aceite, basa su permanencia en efectuar gastos mínimos y recoger la cosecha cuando sea conveniente. Los cuidados culturales no provienen de planteamientos "técnicos modernos”, sino de conocimientos empíricos conseguidos a lo largo de generaciones.

Desde hace unas décadas las labores de agricultura del Olivo se han mecanizado solo parcialmente, ya que existe todavía una gran cantidad de labores que se realizan de forma manual igual que hace cientos de años.

intensiva

El 24% del olivar se considera de alta densidad y dentro de este solo un 2% es superintensivo. El sistema intensivo de cultivo del olivo consta de olivos aislados con la copa en forma de vaso, olivos jóvenes de un solo pie colocados en marcos de 6 x 6 o de 6 x 3 metros consiguiendo unas densidades de entre 200 y 600 árboles por hectárea, con calle o pasillo ancho de 6 metros.

La vida útil de las plantas se ha probado que puede superar los 40 años con lo que no requiere una renovación de las plantas tan frecuente como se verá en el superintensivo. La mecanización de la recolección permite el uso de vibradores autopropulsados con paraguas para mecanizar el derribo y la recepción del fruto o también con cosechadoras.

ecológica

La olivicultura ecológica concibe el olivar como un “agrosistema” dónde todos los elementos que lo integran son importantes y cuya finalidad es favorecer la fertilización natural del suelo y la regulación natural de los enemigos naturales.

El objetivo de la olivicultura ecológica es producir aceite virgen extra sin el uso de productos químicos de síntesis (fertilizantes, herbicidas, plaguicidas, etc.). Con ello, pretende garantizar la ausencia de contaminantes en el aceite, la protección de los recursos naturales: suelo, agua, atmósfera, y biodiversidad, y el máximo cuidado de la salud humana.

El camino del olivar ecológico pretende ofrecer un ecosistema de valor amplio a las zonas rurales, basado no solo en su valor económico directo, sino en otras facetas de su cultivo, como pueden ser su importancia como fijador de CO2, su papel como parte del bosque mediterráneo o sus posibilidades como fuente de aprovechamiento energético a través de su biomasa y otros subproductos.